Del libro Travesías Insitucionales. Escritos de una subjetividad impicada en el campo social. Otras Clínicas.
Lugar Editorial. 10/2000 Daniel Vega

Abrazo, del cartoonista Mana Neyestani
Lo planteado a continuación son figuras a medio terminar y por lo tanto a medio empezar, es decir inacabadas, imperfectas, digamos provisorias. Bocetos que se fueron autoconstruyendo a partir de líneas de pensamiento, líneas de acción que se presentaban en nuestra práctica. Sería difícil precisar cual fue la primer línea, sería más bien un trabajo inútil.
Sería necio plantear cual será la última.
Son figuras, figurándose, transfigurándose, transformándose constantemente.
Nosotros con algunas acciones, algunos pensamientos, algunos discursos, algunos gestos, balbuceos y emociones somos gestores y partes de esas figuras. No digo que esas figuras nos representan, que representan algo de lo que decimos o hacemos, digo que somos partes de ellas y ellas partes de nosotros.
Si somos parte de esas figuras en constante movimiento y esas figuras en constante mutación partes nuestras, me pregunto entonces ¿ soportamos esa transfiguración, esa desfiguración?
¿ Soportamos ser los patos feos del psicoanálisis, los patos feos del marxismo, renunciando a las aspiraciones de devenir cisnes? .
Sabemos de la soledad a la que nos confiscan las desfiguraciones, sabemos del lacerante señalamiento de los discursos principistas, de las trastadas de las posiciones oportunistas, y sobretodo sabemos del dolor de encontrarnos con los falsos amigos. No con los falsos amigos del conocimiento, no con los falsos amigos de la verdad, ni siquiera con los falsos amigos nuestros, me refiero a los falsos amigos de la vida. Esos que uno termina sabiendo que irremediablemente trabajan para otra cosa.
Intentamos ser abiertos, diferentes, tolerantes, erráticos, pero por sobretodo éticos y sensibles. Por eso nos dañan y no podemos acoplarnos, » hacer maquinas» con aquellos que trabajan para la captura, que producen la antiproducción.
Uno comienza transigiendo en las palabras y luego transige en los hechos, nos enseña Freud. Nietzche nos advierte: quien inventa las palabras y el nombre de las cosas es el que tiene el poder.
A las preguntas no hay que contestarlas, hay que escaparles, nos recomienda Deleuze.
Enseñanzas, advertencias, recomendaciones, inclusive de las buenas, de eso esta llena nuestra cabeza.
Quien no recuerda repite y quien recuerda en exceso también, esa es la paradoja. Hazme caso, se libre. Imposible zafar.
¿No habrá otra forma de hablar, de comunicarnos, de significar, de hacer, de pensar…?
Matar al rey y no ocupar el trono, producir y no acumular, decir sin aspiraciones de verdad.
Con estas dudas, con estos interrogantes, con estos haceres erráticos, con estas deformaciones estamos en el mundo, y estar en el mundo no es lo mismo que existir para el mercado, aunque el mercado hoy se autodefine mundial.
Esta confusión puede ser fatal. Asesinatos y suicidios, colectivos y singulares, sobre la subjetividad, sobre los individuos, por clonación, por exclusión, por inanición, por angustia, brutal o silenciosamente se consuman diariamente de diferentes formas: muchas llegan a los servicios sociales, otras al sistema sanitario médico- psicológico, otras las atiende el sistema penal.
Los males de la época se multiplican, las víctimas aumentan día a día y las explicaciones y respuestas ensayadas son cada ves más sofisticadas. Se convocan a las distintas disciplinas, se entrenan especialistas en Pobreza, en Violencia, en SIDA; en Drogadependencia, en Desempleo, etc. etc.
Se recluta a todo un ejercito de profesionales, técnicos y gente de buena voluntad sensibilizados en el quehacer comunitario para asistir las dolencias de los más desgraciados prevenirlos de males mayores e instruirlos en como sobrevivir en los márgenes ya que no han sabido como entrar ni tienen lugar en la fiesta.
Técnicamente estas preocupaciones asumen nombres tales como Programas de Promoción de la salud …., Plan Nacional de Prevención…. , Programa de Educación para la Salud…….etc.
Cómo trabajadores de la Salud, como educadores, como psicoanalistas, cabría preguntarnos si ante esto podemos decir o hacer algo, ¿ Qué podemos hacer? ¿ Podemos Hacer algo? , pero sobre todo ¿ qué estamos haciendo? Y como lo estamos haciendo.
Quehacer, producción y subjetividad
Las preguntas por nuestro hacer surgen a partir de cierta disconformidad con los resultados de nuestro trabajo, de cierta frustración en relación a una posición profesional disciplinaria de una rara sensación de incomodidad que nos inquieta.
Ante esta incomodidad podemos intentar acomodarnos mejor, adecuar nuestros contornos a los accidentes del lugar, limar nuestras diferencias, modelar nuestros cuerpos para dar con la figura exigida, cumplir con el modelo.
Y el modelo exige cuerpos ( cuerpos teóricos) flacos, anoréxicos, bulímicos, sin contornos sexuados, listos para calzar y calzarse los nuevos ropajes. Preparados para inscribir sobre sus superficies los significantes y los surcos por donde circularán, y se intercambiaran potentes, competentes y exitosos o impotentes y fracasados.
Es el pacto de siempre: vender el alma al diablo para acceder a la juventud eterna.
Pero en estos tiempos regidos por las leyes del Mercado, la gran oferta de almas ha devaluado dramáticamente su precio.
Permanecer algunos días más en algún cargo público, en algún puesto de administrador de pobrezas exige notables entregas.
Para peor ni siquiera se comercia con el Diablo, sino con algún obscuro y modesto subdito suyo: los representantes locales de alguna Escuela Psicoanalítica Europea, el Director de un Programa de Salud Municipal, el Jefe de un Servicio Hospitalario, un Secretario Universitario y con cualquier pequeño otro encargado de verificar si estamos lo suficientemente modelados, si portamos las insignias del éxito.
Otra posibilidad es que ante esta incomodidad, ante este malestar que lleva a preguntarnos pos nuestro hacer, nos dejemos incomodar, nos permitiésemos demorarnos en la incomodidad de ser atravesados por las complejidades y ambiguedades de ese mundo real que habitamos.
La urgencia con que se reclama nuestra intervención, la inabarcable necesidad desde la que se nos demanda, la fragilidad del vinculo en que tal pedido se formula, exigen de nuestra práctica un constante ejercicio de improvisación, creación e invención.
Situación que puede empujarnos, puede llevarnos, puede desembocar en «lo mejor» o «en lo peor».
Tal ves ante tanta urgencia, tanta orfandad institucional, tanta fragilidad conceptual, tanta necesaría improvisación, todo pase por tener algo en claro: Todo psicoanalista, todo psicólogo, todo trabajador de la salud puede improvisar, lo que no se puede improvisar es ser psicoanalista, psicólogo o trabajador de la salud.
Esta formulación nos remite nuevamente al interrogante sobre el ser, pero sobre un ser en constante mutación, no la pregunta por la escencia, ni por la trascendencia , sino la pregunta por ese ser en autoproducción constante, autoproducción inmanente a la producción de realidades que su práctica y su teoría producen.
Práctica y teoría que son acción, no una práctica como «bajada» de unos conceptos teóricos , ni una teoría como «subida» al cielo de los conceptos de unas acciones prácticas. Teoría y práctica como acciones productoras de realidades.
Retomar la pregunta por nuestro hacer desde esta posición, nos impone abandonar el camino que nos lleva a la reducción en su faz técnica del complejo proceso de producción inmanente en cada práctica, fragmentando el proceso y al sujeto de este proceso.
Esa fragmentación nos hace creer, nos hace ver a ese malestar, solamente como un problema de conocimientos, a una falla en el bagage de conocimientos., como una falla en la articulación de una teoría y su aplicación.
De esta manera el malestar se convierte en un problema técnico, relativo al saber, a un determinado tipo de saber.
Si en cambio transformamos la pregunta por la práctica, por nuestro hacer, pensándola como un proceso de producción, si en vez de preguntarnos ¿qué hacer?, nos interrogamos por
¿qué hacemos ser cuando hacemos?, estaríamos poniendo el acento sobre el ser, sobre el tipo de subjetividad que produce nuestro hacer, encontrandonos en mejores condiciones para recobrar la potencia para la creación, para la invención de lo nuevo, para la autoproducción.
Para trabajar este interrogante se propone tomar cuatro dimensiones presentes en toda práctica. Dimensiones que se articulan de diversas maneras y que cobran distintos grados de visibilidad según el «lente» utilizado por el operador. Estas dimensiones son:
La dimensión político- ideológica, la dimensión ética, la dimensión técnica y la dimensión estética.
En toda practica, en todo discurso hay una dimensión política- ideológica, toda acción, todo discurso, todo gesto forma parte de una estrategia en relación a objetivos y fines, sabidos o no por el sujeto, con relación a otros sujetos u objetos, que a su vez tienen los suyas y que se oponen se complementan se articulan, construyendo una trama y generando una dinámica que lo excede y lo desborda continuamente al mismo tiempo que no deja de afectarlo. Esto es así tanto para el sujeto singular, como para los sujetos colectivos.
En toda practica hay una dimensión ética. Engarzada en principios y valores construidos socialmente, es la marca singular e inalienable de cada sujeto proponiendo cortes y marcando limites.
En toda practica hay una dimensión teórica-técnica, es el bagage de conocimientos a partir de los cuales se seleccionan los métodos, se diagraman los encuadres y se eligen las técnicas. Bagaje que de acuerdo al grado de apertura que el mismo se permita y a la sensibilidad y flexibilidad para incorporar modificaciones a partir de la experiencia, tendrá la movilidad y la vivacidad inherentes a la producción de inteligencia, a la aventura del descubrimiento, al desafío de la invención, o por el contrario sé rigidizará en muecas y contraseñas tribales, movimientos rituales y discursos dogmáticos que lo transformarán en un pesado aparato teórico con el que hay que cargar, en vez de una máquina teórica que nos permita trabajar la realidad.
En toda práctica hay una dimensión estética, hay patrones de organización perceptual de las formas, del espacio y del tiempo que modelan la sensibilidad produciendo diferentes grados e intensidades de afectación ante la propia acción, sus productos y consecuencias.
Recobrando de esta forma la complejidad de toda acción, podemos verla como un complejo proceso de producción, entendiendo toda práctica, toda práctica social como proceso de producción de subjetividad.
Del encierro disciplinario al libre control
Ahora bien si pensamos nuestra práctica como un proceso de producción, podríamos decir de producción microsocial, está a su vez esta entramada con otras y dentro de un proceso mayor macropolítico que intenta capturarla, sobrecodificarla darle sentido, apropiarcela; con el que podemos tener una relación de complementariedad, reproducción y afianzamiento, o de crítica, resistencia, fuga u oposición.
Para pensar este proceso macropolítico vamos a tomar una dimensión económica, una dimensión institucional, y sus efectos sobre lo cotidiano.
Podemos caracterizar que este sistema económico ha llegado a su maxima expansión, cubriendo hoy la casi totalidad del planeta. El modelo liberal de libre mercado esta haciendo sentir sus concecuencias en los rincones mas recóndidos del planeta.
Guattari para referirce a este momento del desarrollo capitalista lo denomina Capitalismo Mundial Integrado, planteando que dado la maxima expansión alcanzada las necesidades del Capitalismo Mundial Integrado no son imperiales como en otras épocas, en el sentido de ampliar sus fronteras anexando nuevos territorios sino que sus esfuerzos están centrados en los procesos de intensificación en los espaciós que ya ha conquistado.
Las nuevas necesidades que surgen ante las modificaciones de los procesos de producción y acumulación conllevan la fragmentación y desterritorialización de los espacios existenciales donde se jugaban los procesos de individuación de la subjetividad.
Se modifica dramáticamente el territorio existencial de millones de personas. Este proceso de desterritorialización se concreta tanto a gran escala con la desaparición y desarticulación de viejos paises, la creación de otros, la unión en bloques de diferentes naciones, como en pequeña escala con la modificación y la perdida de espacios donde se desenvuelve la vida cotidiana de la gente, desaparecen las grandes fabricas despoblándose los barrios que se construían en sus inmediaciones donde se concentraban gran cantidad de familias, el trabajo y sus ritmos como organizador natural del tiempo, los espacios del tiempo libre, el club, los pequeños comercios, en fin se produce una alteración de los parámetros temporo-espaciales que permiten la construcción de una imagen identitária y de su proyección.
Inmanente a esta desterritorialización se van estableciendo nuevas lineas configurando geografías acordes a las necesidades actuales.
Esta re-territorialización obedece a la lógica de la pragmática economicista a partir de la cual toda actividad humana tiende a ser territorializada en el espacio del mercado.
El mercado adquiere así una función de semiotización, produciendo y otorgando sentidos a toda actividad humana, la cual necesariamente debería ser recuperada económicamente.
Paralela y solidariamente con este proceso económico, estamos viviendo un cambio, una transición en los modelos de control social.
Estamos pasando de un modelo de sociedad disciplinar donde las disciplinas y sus instituciones servían a la función de control social mediante el disciplinamiento y moldeamiento de los sujetos, a una sociedad de control y modulación subjetiva.
Este momento de recambio se caracteriza por la coexistencia y la mixtura de estos modos de sujeción, disciplanamiento y control produciendo una particular forma de subjetivación.
Las instituciones de la sociedad disciplinar tenían según Foucalt la función de concentrar, repartir en el espacio y ordenar en el tiempo. El modelación de la subjetividad se produce en espacios cerrados y en tiempos precisos: la familia, más tarde la escuela, después la fabrica, aveces el hospital y eventualmente la carcel.
Por el contrario las sociedades de control son al aire libre, los avances tecnológicos y el desarrollo de las comunicaciones se utilizan al servicio de este control, podriamos decir que su lema es Control permanente, comunicación al instante.
No se estaría en presencia de procesos de moldeamiento de la subjetividad a través de procesos que tomarían al sujeto desde su infancia, continuándose a lo largo de su vida en una serie de etapas, donde siempre hay una posterior a la que se acaba de terminar, donde siempre se está en situación de comienzo. sino más bién que lo que se va produciendo es una modulación de la subjetividad en procesos discontinuos y de acuerdo a las necesidades del mercado. Aquí la sensación no es la del eterno comienzo, la de estar siempre empezando, sino que por el contrario, pareciera que nunca nada ha quedado acabado, no finalizar nunca.
Estas mutaciones son verdaderos desmoronamientos o para ser más precisos, verdaderos desfondamientos institucionales, como lo denominan algunos autores, y acarrean el desfondamiento de las subjetividades singulares ya que pierden esos espejos en los que se reflejaban y les servían como referencia identitaria.
Una manera de » surfear» por esta realidad revuelta y amenazante, y de evitar la sensación de aniquilamiento subjetivo que esta provoca, es la desimplicación de todo compromiso intersubjetivo, la labilidad de las relaciones, sintónica con la lógica consumista, la adhesión a identidades » pre a porter » que prometen la pertenencia , o por el contrario el refuerzo de los rasgos identitarios y el aniquilamiento de lo diferente
Ahora bien, si inmersos en esta realidad trabajamos, es decir, producimos y reproducimos, nos producimos y nos reproducimos, resulta necesario elucidar la propia implicación en este complejo proceso de producción.
Una manera de iniciar y mantener el interrogante sobre nuestra implicación podría ser el análisis permanente sobre nuestra práctica como productora de subjetividad
Los interrogantes por nuestro quehacer como psicólogos, como psicoanalistas, como profesionales de Salud, se realizarán así sobre un eje fundamental propiciando preguntas que articulen las cuatro dimensiones de toda intervención, estableciendo una clara línea divisoria en referencia a la cual querramos o no querramos estamos situados: con nuestra práctica que tipo de subjetividad propiciamos, trabajamos propiciando políticas, programas, abordajes, dispositivos técnicos que normaticen, disciplinaricen y objetivicen, o por el contrario favorecemos y propiciamos estrategias que promuevan la emergencia de la singularidad, de las subjetividades procesuales, de sujetos autónomos y autogestionados. Nuestras preguntas como trabajadores, como profesionales de la salud, se entraman y abonan así a un interrogante que anida y late en el corazón de todo pensamiento libertario : como construir una sociedad de sujetos donde la gestión de la vida sea un proceso guiado por el deseo de sus gestores.
Bibliografía
Resultaría imposible situar en que texto preciso se encuentran algunas de las ideas aquí planteadas. En el recorrido teórico realizado nos encontramos con Gilles Deleuze, René Lourau, Suely Rolnik, Tato Pavlovsky, Felix Guattari, Marc Augé, C. Castoriadis, Michel Foucault, Emiliano Galende, J.C. De Brasi
Este escrito es la versión singular de un trabajo colectivo de reflexión permanente sobre la tarea que viene realizando el equipo de Transferencia Tecnológica de la Cátedra segunda de Salud Pública y Salud Mental de la Fac. de Psicología UBA. Este equipo está integrado por : Pablo López, Miguel Santarelli, Gabriela Taboada y Verónica Turdó.